Cronista

Oficios antiguos: Los diteros

En Valdelacalzada como en todos los pueblos del entorno la escasa economía de los primeros tiempos hizo necesario un sistema de transacciones que luego supieron imitar los bancos y las grandes superficies. Antes de las letras de cambio que tanto se usaron desde finales de 60 existió lo que nosotros conocíamos como la dita. Comprar a la dita era obtener los artículos que se necesitaban para la vida cotidiana como telas, loza y ropa pagándose con dinero a plazos o en su lugar especies como eran los huevos que el ditero canjeaba por dinero y luego vendía a otros vecinos. El primer ditero que llegó a Valdelacalzada fue Miguel Campos Robles.

Miguel Campos Robles nació en Vélez Málaga y junto con sus hermanos llegaron a las tierras extremeñas en los años posteriores a la guerra civil. La vida de Miguel fue difícil, desde los 15 años había salido de su población natal para aprender el oficio junto a algunos de sus hermanos en Madrid. En Zafra conoció a la que sería su esposa Lourdes García Suero y tras contraer matrimonio y conocer el nacimiento de su primera hija, Claudia que es quien nos ha contado su historia, perdió a su esposa de la forma más traumática cuando estaba a punto de dar a luz su segundo hijo. Miguel sufrió un dolor intenso al tener que dejar su hija al cuidado de una cuñada y marcharse a realizar su trabajo en otros lugares de la provincia. En Barcarrota tenía varios hermanos que se dedicaban al negocio de la dita y otro en Alconchel. Tanto en un pueblo como en otro trabajó hasta que decidió venir a la zona de los pueblos nuevos.

En Valdelacalzada alquiló una habitación en la calle San Pablo que era donde tenía los productos que ofertaba y vivió de forma permanente en la fonda que tuvo el pueblo desde 1955. Cuando Claudia vino a vivir a Valdelacalzada contaba ya con 15 años, su padre aún no tenía casa y ella fue a vivir con una familia del pueblo, la señora Josefa Sierra que cuidó de ella como de una hija.

Miguel iba por las casas cobrando la dita que las familias pagaban poco a poco. Para realizar este trabajo se ayudaba de jóvenes, casi niños, que le acompañaban con una cesta recogiendo los huevos que las familias les entregaban si no disponían de dinero. Pedro Sánchez, José María Indias y Julián Vicente fueron algunos de sus ayudantes. Además de Valdelacalzada, recorría algunos pueblos de alrededor como Barbaño, Torremayor y las Casas Aisladas. Ayudó a su hermano Juan Antonio en el comienzo del negocio en Guadiana del Caudillo y Pueblonuevo del Guadiana, surtiéndole de productos.

Con los años montó un negocio en la calle La Puebla que regentaba su hija Claudia y los jóvenes que anteriormente he nombrado. Era un comercio que tenía fundamentalmente telas donde los vecinos recogían los artículos y seguían pagando a la dita. En los años 70 se cerró tras su jubilación y contraer matrimonio su hija Claudia, que lo dejó para poder atender a sus hijos.

Miguel Ruiz Acosta y su cuñado Miguel Molina López también se dedicaron al comercio ambulante y al cobro de la dita. Según el testimonio de su hermana Amparo, Miguel Molina había llegado a estas tierras procedente de Vélez Málaga a comienzo de los años 50. En Lobón trabajó ayudando al señor Zaragüeta que, posteriormente, cuando se jubiló le vendió “el libro”. De esta manera, Miguel se trajo a sus padres y hermana y vinieron a vivir a Valdelacalzada allá por el 1952 cuando el pueblo aún estaba a medio construir. Con los años se haría socio de Miguel Ruiz Acosta que había llegado de Málaga a mediados de los años 50 y sería el que se quedaría con el negocio en Valdelacalzada mientras que Miguel Molina iría a Pueblonuevo donde montaría un establecimiento.

Miguel Ruiz junto con su familia accedería a una de las artesanías creadas por el INC para la venta de comestibles y allí seguirían vendiendo las telas durante algunos años cuando él y su esposa se hicieron cargo del establecimiento.

Los instrumentos necesarios para los diteros eran principalmente “el libro” donde se apuntaban los acreedores. Cuando el negocio se traspasaba se vendía el libro, curiosamente. Otros instrumentos necesarios serían el metro y las hueveras, además de las telas que solían colocar sobre el hombro.

 

Miguel Ruiz y Miguel Molina con las telas, el libro y la vara de medir.

Posteriormente llegarían otros diteros como el señor Miguel el de las madalenas y Antonio Gámez. Este último que se casaría en Valdelacalzada con Josefa Mangas Mulero había llegado a Pueblonuevo procedente de Vélez Málaga con sus hermanos que también se dedicaba al comercio ambulante. En los comienzos, Antonio junto con sus hermanos Andrés y Adolfo, trabajarían por la zona de los pueblos nuevos e incluso en Badajoz. A Valdelacalzada comenzaría a venir a finales de los años 60 y en los 70 instalaron un gran comercio donde se vendía además de las telas todo lo necesario para el ajuar.

 

Antonio y Andrés con el libro y la cesta.

 

Curiosamente hasta este momento todos los diteros procedían de la zona de Málaga, aunque algunos habían aprendido el oficio en otros lugares de Andalucía.

Dora Acedo comenzaría a venir a Valdelacalzada desde Hornachos en los años 60.  Su negocio de la dita duró muchos años. Algunos días de la semana permanecía en Valdelacalzada hospedada en casa de la señora Lorenza. Le ayudaba en su trabajo Francis García Sierra y más adelante Agustina Hierro.

Francis García con Dora

                                                              

Algunos diteros coincidieron en el tiempo otros llegaron cuando los anteriores ya se habían jubilado. El ditero que más años permaneció en nuestro pueblo y del que más recuerdos se guardan, debido a que ya fue en la década de los setenta cuando comienza su andadura, es Valentín Pascual que vendía los artículos de Confecciones Lozano de Montijo. En esta época la dita era de otra manera, se seguía pagando a plazos, lo que el ama de casa podía, pero siempre con dinero. El señor Valentín como todos lo conocíamos venía varios días a la semana y le recordamos con su caja de cartón, donde guardaba los encargos, atada con una cuerda recorriendo a buen paso las calles de nuestro pueblo. Eran los tiempos de recoger mejores cosechas o de los trabajos en la fábrica lo que daba mayor nivel adquisitivo a las familias. Era un hombre muy educado y que jamás ponía mala cara cuando el producto se le devolvía porque al final no era lo que el hijo o la hija quería. Mis primeros pantalones vaqueros los compró mi madre a Valentín.

En el grupo de Facebook Valdelacalzada Ayer, hablar de Valentín trajo a la mente de los participantes muchos recuerdos y anécdotas. Todos lo recordamos con nostalgia porque murió siendo aún joven.

En una factura que se entregaba a las familias, los diteros, iban apuntando las entregas a favor, así como en una copia que ellos guardaban. Todavía en los cajones de nuestras casas aparecen algunas de esas facturas cuando nos ponemos a hacer limpieza.

En la actualidad sigue funcionando el sistema de la dita en Valdelacalzada. Se puede adquirir ropa, loza e incluso muebles y electrodomésticos y es la familia Montero de Talavera la Real, que comenzó su andadura allá por los años 80, cuando aún los padres vivían. Hoy es uno de los hijos el que continúa con el oficio.

Emilia Ramos Silva
Emilia Ramos Silva

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