Cronista

De profesión, sillero.

Un sillero es una persona que fabrica sillas o las vende. La profesión de sillero es muy antigua y como tal a punto de desaparecer. Todavía en algunos pueblos podemos ver a los silleros que realizan su oficio de forma ambulante, aunque cada vez menos.

En septiembre de 1955 llega a Valdelacalzada procedente de Hornachos con su familia, Manuel Bueno Márquez, de profesión sillero.

Manuel Bueno y su esposa Dolores Caballero.

Manuel llegó a las tierras de Valdelacalzada como colono para trabajar la parcela que el INC le había entregado, con una familia compuesta por su esposa llamada Dolores Caballero Collado y sus siete hijos.

Al principio era difícil encontrar un poco de tiempo para realizar su primer oficio ya que la parcela ocupaba todas las horas del día, pero en cuanto los demás vecinos supieron de su habilidad le reiteraban la necesidad de que les arreglara las sillas, tan necesarias en aquella época, ya que casi nunca había ninguna de más. José buscaba la enea que nacía en el río o desagües, la cortaba y dejaba secar en el corral de su casa y cuando estaba lista arreglaba las sillas en la puerta de la familia que le había contratado, otras veces era en su corral donde desarrollaba el trabajo de devolver la utilidad a aquellos muebles que muchas veces parecían inservibles.

Era muy habilidoso ya que conocía el oficio desde que era un niño. Según nos cuenta su hija las sillas del bar Fonda las hizo todas Manuel. No solo las arreglaba, sabía hacer la silla de madera y ponerle la anea. Cuántas veces las había realizado siendo casi un niño ayudando a su padre. Aquel oficio no le permitía ganarse la vida, así que, con una familia numerosa, Manuel marchó a Oliva de Mérida para trabajar en una finca donde estuvo de encargado durante muchos años. Allí nació la menor de sus hijas, pero tampoco aquel trabajo que ocupaba todas las horas del día y parte de la de sus hijos mayores les permitían vivir dignamente. Ese fue el motivo por el que se aventuró a solicitar una parcela en los pueblos nuevos.

Manuel enseñó a su hijo Manolito y ambos trabajaron en los primeros años, trabajo no les faltó, pero como decíamos anteriormente, era principalmente colono así que con el paso del tiempo y a medida que se hizo mayor Manuel dejó de ejercerla y su hijo buscó un trabajo más rentable. De esta manera un oficio que venía desarrollándose en su familia desde tiempos inmemoriales terminó en Valdelacalzada.

En las décadas de los 50 y 60 en nuestras casas las sillas eran con el asiento de enea sobre una estructura de madera. La enea se iba a rompiendo a medida que las sillas se fregaban con jabón o detergente, algo usual en todas las casas porque era normal el tener animales domésticos que se subían sobre ellas y eran los únicos muebles que permitían nuestro descanso. La humedad y el calor tampoco les beneficiaban así que había que recomponerlas con mucha frecuencia. Más adelante vinieron las de skay que se prestaban mejor a la limpieza y eran más cómodas, otra gente tapizó las que ya tenía así que el oficio de sillero comenzó a declinar como tantos otros.

De manera ambulante vino durante muchos años Eusebio con su bicicleta cargada de enea y se instalaba en el porche de entrada de la caseta municipal. Este le servía de lugar de trabajo, así como de aposento. Allí pasaba temporadas hasta que un día le veíamos marchar con su bicicleta su serrucho y su carga de enea. Hace muchos años que ya no le vemos por nuestras calles.

Las herramientas y materiales necesarios para hacer el asiento de enea de la silla o arreglarlo eran las siguientes:

Un serrucho que se tensaba con una cuerda y un palo.

Una cuña para ajustar el material.

La cola para pegar la estructura.

El haz de anea o enea.

En la imagen, una fotografía sacada de internet, podemos ver un sillero en plena faena, sentado en la acera de la calle. Así podemos recordarlos los que andamos entrados en años.

 

Emilia Ramos Silva
Emilia Ramos Silva

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