Cronista

El padre Manuel Almendros Domínguez ha vuelto a casa

En 1967 cinco jóvenes se ordenaron sacerdotes en la alameda de Valdelacalzada convertida en una hermosa catedral de árboles de un frondoso bosque. Cinco sacerdotes del Seminario de Badajoz, de los cuales dos eran hijos de los primeros colonos llegados, al que sería el primer pueblo del Plan Badajoz.

Manuel Almendros fue uno de ellos, junto con su paisano Juan José Navarro comenzarían su vida sacerdotal en las Américas, entonces no sabían que el destino les tenía reservado pasar el resto de sus vidas muy lejos de casa, allende los mares.

Fue en Madrid cuando ambos estudiaban en el Seminario Hispano- americano dependiente de la universidad de Salamanca, un seminario en el que se preparaban durante dos años para la vida misionera, cuando por aras del destino pasó por allí el obispo de Tilarán (Costa Rica), que había venido a Roma y que buscó sacerdotes que fueran a evangelizar las tierras más recónditas de Costa Rica.

Así es como Manuel y Juan José se encontraron, unos años más tarde, en la parte más baja de un barco que los llevó a Costa Rica, un pasaje que pagó la archidiócesis de Madrid (que sería de tercera clase) y, donde, entre mareos y otras molestias, pasaron los 17 días que duró el viaje. Como él comenta sonriendo: “Íbamos en el vientre de la ballena”.

Su primer destino fue en Boca de Nosara, situada en el golfo de Nicoya, cerca de Puntarenas. Allí en los primeros días dormía en la casa del guarda del puerto y a veces las aguas del mar entraban mojándole totalmente ya que dormía en el suelo.

La mayor parte de su vida la pasó en Esparza, hoy una gran ciudad, segundo cantón de la provincia de Puntarenas, pero cuando él llegó un lugar de muy difícil desempeño de su labor pastoral, yendo a visitar las comunidades a caballo o en barca.

Cuenta que llegó a sustituir a su paisano Juan José Navarro, el cual hizo una gran labor en el desarrollo de la ciudad consiguiendo la construcción del Instituto de Bachillerato. En ese instituto ejerció el padre Manolo como profesor de Psicología, Filosofía y Religión durante varios años, pero no era la docencia su vocación así que volvió a su labor sacerdotal que nunca había dejado, pero dedicando su tiempo a la atención a las familias, sus necesidades y problemas.

En Hojancha en la provincia de Guanacaste, en la península de Nicoya, estuvo varios años como coadjutor del padre Luis Vara Carros conocido sacerdote que realizó la organización de Hojancha y sus alrededores, movilizando a los vecinos para que fueran reconocidos como cantón y ayudándoles a poner sus tierras en propiedad, perdidas sus escrituras por diferentes razones.

Hoy el padre Manolo se encuentra de nuevo en el que fuera su pueblo cuando sus padres emigraron de Granada a los regadíos de Montijo, su vista le ha jubilado, como él dice: “No puedo decir misa porque ya no puedo leer nada, pero yo me sigo sintiendo sacerdote”. Ha dejado atrás una vida de aventura y esfuerzos donde recibió el cariño y reconocimiento de la comunidad costarricense, de los que recuerda sobre todo la sencillez y nobleza de sus gentes. Allí ha dejado también a su compañero Juan José Navarro que falleció en octubre de 2020.

Con este pequeño testimonio recogido a retazos de su memoria queremos homenajear a personas como Manuel y Juan José que dejaron una vida segura por otra mucho más difícil llena de valentía y generosidad.

Emilia Ramos Silva
Emilia Ramos Silva

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